elimparcial.es

Soplo que anima la materia impura

Miguel Florián

Soplo que anima la materia impura. Menéndez Pelayo, A Epicaris

Agapito Maestre, Marcelino Menéndez Pelayo. El Gran heterodoxo. Serie Gong Editorial y Atlantis Ediciones, Aranjuez (Madrid), 2022.

La última publicación de Agapito Maestre, escritor, filósofo, aborda la figura de Marcelino Menéndez Pelayo. Es un libro nacido de un interés por la vida y obra del gran y fértil autor santanderino, sobre quien lleva trabajando desde hace bastantes años. Además de adentrarnos en el mundo y vicisitudes de quien fuera una de las más relevantes figuras de la cultura del siglo XIX, aún más, de la cultura española de todos los tiempos, Agapito Maestre muestra los motivos que han conducido a la infravaloración y olvido de su variada obra. Y lo hace sirviéndose de una prosa rica, ágil, incisiva en ocasiones, pero siempre amena. Nos encontramos ante un libro poliédrico, de múltiples facetas, porque así fue la obra del polígrafo cántabro: una suerte de espejo que refleja la sociedad y cultura españolas tanto de antes como de ahora.

La presente obra de Agapito Maestre posee el carácter de una novela dialogada, fruto de una conversación fecunda con un amigo de enorme curiosidad que, por demás, es un personaje real. Se trata del ‘Brujo de Villahizán’, el odontólogo Ángel Cidad Vicario que ejerce su profesión en la ciudad de Madrid. Ángel Cidad se encuentra en Cantabria disfrutando de las vacaciones estivales. Desde allí solicita a Agapito sugerencias de lecturas, solicitando al tiempo aclaraciones diversas. Nuestro autor, complacido, va guiando a su amigo como una suerte de Virgilio por el dédalo de textos no sólo de D. Marcelino sino de otros escritores de su tiempo, lecturas siempre gratificantes que aumentan paulatinamente su curiosidad. Desfilan, entre muchos, Amón de Escalante, Benito Pérez Galdós, Emilia Pardo Bazán, Leopoldo Alas, Juan Valera, José María de Pereda…

La enorme figura de Menéndez Pelayo se nos muestra tanto desde la variedad de su erudición como desde la riqueza de su prosa; la mejor del siglo XIX y comienzos del XX y es que, se nos dice, “debería ser una obligación escribir bien”. No estamos ante una escritura enmohecida por el tiempo sino, muy al contrario, viva, translúcida, audaz, auténtica, iluminadora…

Agapito Maestre no oculta su indignación y extrañeza por el esquinamiento de quien, entre otras muchas aportaciones, inaugurara la crítica moderna, y que nos ofreciera obras ciclópeas como la Historia de los heterodoxos españoles, Historia de las ideas estéticas en España, Antología de los poetas líricos castellanos, Antología de poetas hispano-americanos, Orígenes de la novela… la enumeración completa podría parecernos tediosa por la enorme extensión de sus aportaciones. El desdén hacia Menéndez Pelayo, como se mencionó, surge de raíces extraculturales, las más veces, políticas. Y sobre todo de la ignorancia que conlleva la pereza y medrosa mala intención. Así nos encontramos con el rechazo de muchos escritores de la Generación del 98, como es el caso de Miguel de Unamuno o de Antonio Machado. Leemos a este respecto: “La ineptitud y falta de conocimientos que demostró, por ejemplo, el poeta Antonio Machado para hacerse cargo de la noción crítica de Menéndez Pelayo es para olvidar (pg. 177)”. Y algo más adelante: “Pero Unamuno, como Ortega y todos los de esas generaciones, estaban picados por el vicio nacional: la envidia. ¡La terrible envidia española (pg. 177). Algo similar ocurrió con muchos de los poetas de la Generación del 27: no acertaron a comprender su generosa aportación . Lo malinterpretaron y ningunearon. Así Gerardo Diego y Dámaso Alonso. Se le reprochó, entre otras cosas, que “no comprendió ni valoró a Góngora, como tampoco a Bécquer, Rosalía de Castro o el simbolismo francés… (pg. 61). Sin embargo a Dámaso Alonso le debemos esta certera afirmación: “Nadie encontrará una página que pueda ser baladí en Menéndez Pelayo”. ¡Y qué decir de la ceguera del mundillo cultural y académico, de lo que Agapito Maestre califica de Caverna universitaria ¡ Por el contrario, son legión los admiradores de D. Marcelino. En esa nómina nos encontramos a escritores y pensadores desde Leopoldo Alas Clarin a Guillermo de Torre, José María de Cossío, Ramiro de Maeztu , Luis Araquistaín o Eugenio D’Ors; y ya más próximos Alfonso Reyes, Octavio Paz, Mario Vargas Llosa…

No debemos de olvidarnos de lo más relevante: señalar someramente alguna de las múltiples aportaciones de Menéndez Pelayo. De sobra son conocidos sus estudios sobre los heterodoxos españoles, así como sobre las ideas estéticas en España. Tal vez se conozca menos o nada su contribución a la comprensión de Hispanoamérica desde la atalaya de su literatura. La Antología de la poesía hispano-americana trasciende el ámbito poético para mostrarnos el desarrollo social y político de las naciones hispanas, lo que le lleva a subrayar la importancia de la lengua española como koiné unificadora.

Agapito Maestre trae a colación la creación poética de Menéndez Pelayo de raíces clásicas (no en vano fue traductor de Horacio, Virgilio, Ovidio, Píndaro, Teócrito…) y pone, entre otros ejemplos, su Epístola a Horacio escrita a los veinte años. Asimismo la defensa de la educación musical, amigo como fue de Francisco Asenjo Barbieri. Lamenta Agapito la carencia de interés del pensamiento español hacia la estética musical, exceptuando a algún filósofo como David García Bacca o Gustavo Bueno. Es imprescindible, por otra parte, no olvidar sus estudios sobre la mística española. La mística española es Filosofía, afirma; encareciendo la importancia del castellano “para acoger y desarrollar” la poesía y el pensamiento místico.

Para acabar este recorrido, excesivamente limitado, a la aportación del sabio santanderino, mencionamos ahora su contribución al estudio de la influencia del pensamiento español renacentista al escepticismo europeo como en el caso de Gómez Pereira, Francisco Sánchez, Fox Morcillo o Luis Vives. Así, se nos recuerda “que la distinciones entre fenómeno y noúmeno, razón práctica y especulativa, materia y forma del conocimiento no son originales de Kant sino de Luis Vives (pg. 173)”.

Agapito Maestre aprovecha su reconocimiento de la obra de Menéndez Pelayo para adentrarse y analizar la entraña de las miserias de la política española de los últimos tiempos. El Gran Heterodoxo es, como señalamos, un estudio hondo consecuencia de la enorme admiración y reconocimiento hacia la obra de don Marcelino, escritor además de fecundo enormemente actual. Y sus lectores agradecemos la escritura ágil y amena que logra atraparnos de El gran heterodoxo al igual que al Brujo de Villahizán, mostrándonos territorios insospechados y, fundamentalmente, aproximándonos al pensamiento fecundo del escritor cántabro.