El libro que Alfonso Aguado no puede olvidar
Estrenamos nuestra sección «El libro que no puedo olvidar» con Alfonso Aguado. El líder de Los Inhumanos, mítico grupo bandera de la movida valenciana, acaba de publicar con nosotros su tercer libro, Historias inhumanas, una serie de catastróficas, extrañas y divertidas vivencias protagonizadas por él mismo y los muchos integrantes del grupo durante las giras.
De morir de risa, en serio.
Pero hoy, en nuestra sección El libro que no puedo olvidar, Alfonso Aguado nos desvela su lado matemático, cuántico y anumérico. Sigue leyendo, porque te vas a sorprender
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¿Cuál es el libro que más te ha impactado hasta el momento?
Las Páginas Amarillas. La primera vez que las vi fue como si se abriera ante mis ojos un mundo nuevo y maravilloso, un mundo cuántico abierto a todo tipo de posibilidades. Las Páginas Amarillas eran el Google de mi adolescencia y aún no he superado el trauma de que haya dejado de venir todos los años un empleado de Telefónica para dejarlas en mi casa. Eso como broma marca de la casa, y ahora hablando en serio, el libro que más me ha impactado es El hombre anumérico, de John Allen Paulos.
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¿Por qué?
Porque me hizo darme cuenta de que si viéramos las cosas cotidianas del mundo que nos rodea desde un prisma matemático, las veríamos de un modo mucho menos erróneo de lo que las vemos. Las matemáticas no engañan. Nuestros pensamientos no están hechos con patrones racionales. Todo lo que nos rodea se basa en las leyes de la probabilidad y nadie nos ha enseñado en el colegio a manejar esas leyes con habilidad para no ser pasto fácil de los charlatanes.
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¿Cuándo llegó a ti? ¿Lo compraste? ¿Fue un regalo? ¿Te atrajo la portada, el título…? Cuéntanos.
De vez en cuando me gusta entrar en una librería y ponerme a mirar libros. No porque sea un gorrón, sino todo lo contrario, porque he entrado para comprar un par de ellos y el primer paso es la selección del material. Me hizo gracia el título, le pegué un vistazo, me sedujo y caí en sus manos.
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¿Por qué lo leíste?
Porque sería de gilipollas pagar un libro en la librería y luego no leerlo. Aunque a decir verdad, es algo que me ha ocurrido en más de una ocasión. Que he comprado un libro y luego no lo he leído. Es más, ni siquiera lo he abierto. Todos hacemos gilipolleces de vez en cuando. Pero eso no nos convierte en gilipollas. Una cosa es hacer el gilipollas y otra ser gilipollas. Gilipollas no es el que hace gilipolleces porque todos hacemos gilipolleces. Gilipollas es el que hace muchas gilipolleces. Aunque no puedo precisar donde está el umbral exacto de gilipolleces que califica como gilipollas a un ser humano. Como metafísicamente gilipollas.
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¿Te hizo pensar, sentir, olvidar, amar, perdonar, descubrir…?
Pensar. Es un libro para pensar, un libro de divulgación científica. Suelo leer muchos libros de divulgación científica, aunque también me gusta leer tebeos de Mortadelo y Filemón. Creo que ambas cosas son compatibles.
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¿Lo has vuelto a leer últimamente?
No. Lo perdí en uno de los numerosos traslados de casa que he tenido que hacer en los últimos años porque ninguna mujer me aguanta a su lado. En realidad perdí todos los libros que tenía en esa casa porque me tiró de manera abrupta. Tipo: «No quiero volver a verte en mi puta vida. Tienes treinta segundos para largarte de mi casa y no volver a pisarla nunca más». Si me hubiera pasado ahora, y pensándolo fríamente, en esos segundos me habría dado tiempo de buscar el libro en la estantería y llevármelo, pero en ese momento estaba muy tenso y no caí en ello. Mi camino y el del libro se separaron para siempre en ese instante. Hasta hoy que he vuelto a encontrarme con él gracias a esta entrevista.
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¿A quiénes les puede gustar?
Yo se lo recomendaría a las cantantes gordas de ópera y a los jóvenes americanos que llaman a la puerta de tu casa con un folleto de Los Testigos de Jehová. No es por nada racional, es que son dos personajes humanos que obsesionan mi subconsciente y aparecen cuando menos me lo espero. Como ahora. Las cantantes porque la primera vez que pisé un escenario fue haciendo de extra un par de meses en la ópera de Valencia, y eso me marcó para siempre; y los Testigos del folleto porque una vez que ligué con una chica guapísima en un pueblo de Aragón después de un concierto, me llevó a su casa, se metió en su habitación y me dijo: «Espera aquí un momento». Yo creía que iba a salir con un picardías o algo así y me puse como una moto, pero apareció con el folleto de los Testigos de Jehová en las manos. «Me gustaría que leyéramos esto juntos», me dijo. Por supuesto, vestida de los pies a la cabeza. No leí con ella el folleto, pero como soy un buen hombre, me lo llevé y le prometí con los dedos cruzados que me lo leería con cariño en el viaje de vuelta. Las dos historias son ciertas y justifican porque he sido anumérico e irracional en mi respuesta.