‘El otro lado de la realidad’: 45 relatos que atrapan
El libro de Luisa Grajalva es como una droga: te atrapa, te muestra el camino de las tinieblas a la luz, te sacude, te destroza por dentro… pero no puedes dejarlo.
La imagen distorsionada y caricaturizada de lo que somos que devuelven los espejos deformantes de las atracciones de feria, por lo general, producen en quien mira una sonrisa pasajera, cuando no la hilaridad. Pero si la imagen reflejada por un espejo plano se parece a la que conocemos, ni la sonrisa ni la hilaridad aparecen. Tal vez, en todo caso, la preocupación que conlleva descubrirnos una nueva cana o comprobar que el michelín cervecero empieza a cobrar vida independiente de nosotros mismos.
Luisa Grajalva nos pone ante el espejo en El otro lado de la realidad (Serie Gong, 2020) y nos lleva un paso más allá. ¿Y si la realidad que vivimos, la que está a este lado del espejo, no fuera más que una imagen deformada de la misma y la imagen real, la que nos preocupa y, en ocasiones, nos aterra fuera la que nos devuelve reflejada?
El otro lado de la realidad es, de alguna manera, una actualización del mito platónico de la caverna. La realidad no son las sombras que se reflejan en el fondo de la cueva que es nuestro mundo, sino otra cosa distinta, que se encuentra lejos del espacio en el que nos sentimos protegidos, que no es otro que nuestra propia ignorancia.
Fantasmas personales y universales
Cada uno de los relatos del libro es un puñetazo sordo en la boca del estómago de la conciencia, una puñalada dulce en el corazón, que desgarra el alma. Nos miramos al espejo sin tener muy claro lo que vamos a descubrir, pero con el temor cierto de que puede que no nos guste.
La escritora nos enfrenta a nuestros propios fantasmas, que son a un tiempo personales y universales. Nos señala nuestras frustraciones, que son las de la mayoría, y nos mantiene en un inestable equilibrio entre nuestros sueños de esperanza y las pesadillas que nos atenazan cuando estamos despiertos.
Los relatos que se suceden en El otro lado de la realidad mantienen al lector como sonámbulo, en una permanente sensación de irrealidad. Grajalva tiene la habilidad de escribir para todos y para cada uno a la vez. Acierta al señalarnos nuestros dramas cotidianos, que vivimos y revivimos con enorme intensidad mientras avanzamos en las páginas del libro.
Historias breves y brutales
Las historias son breves y brutales. Luisa Grajalva es un boxeador que juega con los dobles sentidos a despistar al lector hasta conseguir que éste muestre su flanco más vulnerable y entonces, ¡bum!, suelta el brazo y le atiza el golpe certero.
La intensidad que encierran las historias del libro obliga a parar para tomar aire después de la lectura de cada una de ellas, antes de volver a sumergirse en sus páginas. El libro es como una droga: los relatos te atrapan, te muestran el camino de las tinieblas a la luz, te sacuden, te destrozan por dentro… pero no puedes dejarlos. Pruebas uno y quieres seguir con otro, leyendo con la sensación de una embriaguez que se mantiene constante.
Prisioneros del tiempo
Luisa Grajalva se nutre de los dramas que aparecen a diario en los periódicos. Y, así, nos pone sobre la mesa temas como los desahucios, las personas que viven en la calle, la crisis económica, la inmigración, el terrorismo, los bebés robados…
Su relato es, de alguna manera, existencialista. Sus historias nos hablan de lo que somos, de lo que tal vez fuimos, y de lo que quizá nunca seremos. Sólo existe presente para los personajes de Grajalva, e incluso éste no es más que un sueño. El tiempo, ese espejismo que nos persigue, esa batalla perdida de la que todos somos prisioneros.
El otro lado de la realidad de Luisa Grajalva es al mismo tiempo un libro lleno de imaginación (lo esencial es invisible a los ojos, que escribió Antoine de Saint-Exupéry) y absolutamente apegado a lo evidente. Una terapia también, que nada hay más reconfortante que descubrir, que entender, que no estamos solos en nuestros temores, nuestras frustraciones, nuestros sueños, nuestras esperanzas, nuestra vida. Nuestra realidad.
Diez frases iniciales
Luisa Grajalva escribe con maestría. Lo digo tal cual lo creo, sin adulación. Para mí ha sido un descubrimiento. La capacidad que tiene para atrapar al lector desde la primera frase de cada relato es de maestros. Como prueba de ello, esta selección (casi) azarosa, sin orden ni jerarquía, de inicios de relatos:
- «Lo llaman lanzamiento. Como si las personas fueran armas arrojadizas u objetos que pudiesen ser tirados a la calle desde cualquier ventana de la realidad»
- «Esta tarde he quedado a tomar café con el hombre que dice ser mi expareja»
- «Esta mañana, al mirarme al espejo, me sucedió una cosa extraña: mi figura no parecía centrada, sino en una esquina».
- «La belleza decidió revelar sus secretos y, cuando lo hizo, solo necesitó un instante para herirme de muerte».
- «¿Qué hacemos aquí, bailando un tango?»
- «Manuel vende deseos en su puesto del mercado».
- «Una mirada al rededor le dio la confirmación de que era una hormiga más en el hormiguero de aquella calle»
- «Para quienes podían contemplarlo desde fuera, el lugar era sólo un cementerio».
- «He vuelto a la vieja estación abandonada»
- «Sueño que me persigue sin descanso y que no parará hasta matarme»