“Que cuiden «La Gioconda»”

Nos enfrentamos a uno de los delincuentes más prolíficos de nuestro país, Juan Manuel Candela Sapieha: “Ahora puedo contar lo que me dé la gana”. Y así lo ha hecho en su libro biográfico, Por amor al arte, y en el documental Sapo S.A. Memorias de un ladrón.

POR ANA PÉREZ. Entrevista a El sapo en Squire

Es el tipo más malo al que me he enfrentado en toda mi vida, sin duda.

Juan Manuel Candela Sapieha, el Sapo (North Kivu, en la actual República Democrática del Congo, 1953) es un delincuente de los de verdad, uno de los mayores y más profesionalizados que ha habido en nuestro país. Se le conoce, sobre todo, por ser el autor de el robo de valiosas obras de arte en casa de Esther Koplowitz en 2001, por el atraco con butrón a una sucursal del Banco Popular en Yecla en 1998 y por su mediación para liberar al pesquero Alakrana, secuestrado en 2009.

Ahora vive retirado en una finca en Kenia, que fue propiedad de Khashoggi (el magnate saudí de los años 80 que pasaba sus veranos en Marbella).

– ESQUIRE: Una frase que repites mucho en el documental es: “Ha llegado el momento de contarlo todo”. ¿Por qué ahora?

– JUAN MANUEL CANDELA: ¿Y por qué no? Todos estos delitos han prescrito. Ahora puedo contar lo que me dé la gana. Esperé diez años para algunas prescripciones, veinte para otras y ahora es el momento. Además, contarlo es una forma de dar por finalizada mi vida anterior y de no volver a delinquir.

– ESQ: ¿En qué momento cruzaste por primera vez la línea de la legalidad?

– JMC: En el momento en el que me dijeron que Papá Noel no existe… Después de eso dejé de creer en todo: no creo ni en Dios ni en nada. Fue tal la desilusión que decidí cruzar todas las líneas.

– ESQ: Pero una vida como la que tú has llevado obliga a renunciar a muchas cosas, ¿no?

– JMC: ¿Renunciar? [dice en un tono de sorpresa total]. Yo nunca tuve vida familiar, nunca me até a la gente más de lo necesario.

– ESQ: Dices en el documental que una de las razones de tu retiro es que la policía está ahora más preparada.

– JMC: Sí. Antes la policía comía donuts y miraba la hora para llegar a casa. Ahora comen ensalada y tienen una buena condición física y mental. Ya no hay Torrentes.

– ESQ: ¿Ha quedado algún golpe en el tintero?

– JMC: La Gioconda, que la cuiden… El sueño de mi vida es tenerla en mi cuarto de baño.

– ESQ: ¿De qué trabajo estás más orgulloso?

– JMC: De todos: lo hice siempre por diversión.

– ESQ: Pero habrá alguno más redondo…

– JMC: Casi todos me han salido redondos. En muchos casos la policía sabía que era yo, pero también sabía que no iban a tener pruebas y que nadie de mi equipo me iba a denunciar.

– ESQ: En Yecla pillaron a algunos, pero a ti no.

– JMC: Sí, por un error. Pero ha habido muchos Yeclas. Y no solo en España.

– ESQ: Y, después de todo esto, ¿has cumplido solo tres años y pico de condena?

– JMC: ¿Te parece poco? Todos estamos presos de algo. De los bancos, de los créditos, de las deudas… Al final, solo hay dos cosas: tiempo indeterminado y una energía que mengua.

Cuando cometes un delito, ganas tiempo y aceleras tu enriquecimiento. Cuando te arrestan, le quitan tiempo al reloj. Hay gente que mira la tele y sueña con hacer cosas, y hay otras personas, como yo, que vivimos la película. Sí, asumimos riesgos y todo se puede complicar. Pero si te mueres haciendo algo que te gusta, no es un drama.

Fuente: Squire.es