Libros de la semana #63
Recomendaciones literarias de la redacción de Mercurio
Toto Estirado, de Manuel Sordo Vicente y Manuel Sordo Osuna, eds. (El Paseo y Serie Gong)
Tótem de aquella lejana Sevilla contracultural, subversiva y subterránea de las décadas de 1960 y 70, infiltrado en los círculos de artistas, literatos y pensadores de la época como el outsider que siempre fue, el pintor extremeño José Antonio Estirado Cruz (1939-1994), alias Toto, recibe en estas páginas «un quizás tardío y siempre incompleto homenaje». Como muestra de lo mal que lo ha tratado la posteridad se halla lo revelador de que, a su muerte, se bautizase con su nombre una plaza en el excluido barrio pacense de Los Colorines, para seguir asociando su figura con una cierta imagen de marginalidad que es, en buena medida, el mito injusto y digerible desde un enfoque burgués del arte y de la vida, cuya relación ya señaló el propio autor: «El arte, siempre por debajo de uno. Y si hay que cambiar un cuadro por un bocadillo, se cambia». Sí hay algo de malditismo en el personaje, pero sobre todo la intensidad y la anarquía propias de un completo autodidacta de la creación, culto, filósofo de la calle y libertario. Esa personalidad fuera de su tiempo es la que dibuja este libro, un artefacto —explosivo— pop a medio camino entre el catálogo y la biografía (aunque «lo imprevisible de su vida difícilmente pueda ser registrado»), un caótico y excesivo collage donde se escinde la vida y se yuxtaponen los milagros artísticos de Toto. Aunque se probó en la suerte del toreo siendo muy joven e incluso ambicionó arrasar con el sobrenombre de «El terremoto de Usagre», su gran vocación fue la pintura, donde se movió entre el impresionismo, el fauvismo, el expresionismo e incluso cierto cubismo, aunque siempre desde la interpretación más libérrima. El coeditor Manuel Sordo Vicente destaca en su prólogo «esa capacidad para sintetizar cualquier motivo con unas pocas manchas de color y aparentemente muy poca técnica». Hoy día su obra forma parte del Reina Sofía, donde puede apreciarse desde la exposición de 2012 Desbordamientos de la razón en una España en época de cambio, e incluso de forma reciente se ha expuesto en galerías de Noruega y Alemania, pero Estirado apenas logró (sobre)vivir de su arte, aunque no se lo pudiera quitar de la cabeza: «Muchas veces en la noche he soñado con el color, con otro color mucho más arbitrario pero no me atrevía. Continuaré en la brecha», escribiría. Repleto de escenas impagables, «historias a veces remasterizadas, remezcladas y coloreadas como las leyendas clásicas o los mitos prodigiosos», este volumen de espléndida edición está hecho de trazos existenciales, y en él se dan cita la reproducción de su obra pictórica, sus dibujos y sus notas personales (con las que abría y cerraba la mayoría de sus numerosas, casi compulsivas, lecturas), junto con artículos, fotografías y el testimonio directo de quienes lo frecuentaron y supieron ver en él a un maestro y compañero de fatigas, a partes iguales. De ahí surge una suerte de memoria coral de aquellos años salvajes, compuesta por las palabras de colegas como Antonio Smash, Ricardo Pachón o Pive Amador. Como la propia personalidad de Toto Estirado, el libro editado de forma conjunta por El Paseo y Serie Gong se deja llevar por los azares que abrazó este «poeta activo y fecundo» (citando los Pequeños poemas en prosa de Baudelaire que tanto admiraba él) en todo lo que miró y tocó, incluido el fin: «Yo sé que no pinto como los grandes maestros, pero te aseguro que, al menos, sabré morir como ellos». Amén, como Toto hubiera dicho.