En cierta ocasión, Toto Estirado, autor y protagonista de Notas e imágenes de un poeta confuso, la nueva entrega de Serie Gong en coedición con El Paseo Editorial, se definió a sí mismo como un “artista urgente” porque la vida está por encima de la creación. De modo que, llegado el caso, no tenía ningún problema en cambiar su obra por bocadillos que paliasen los largos ayunos que impone la bohemia o unas copitas que le permitiesen soñar. A menudo, los bares fueron sus galerías.

Por Javier Memba

Portada libro Toto Estirado

¿Vanguardista o esquizo?

Ahora bien, su estética, a decir de la crítica, está más cerca de las vanguardias parisinas -el fauvismo y el impresionismo fueron sus grandes influencias- que de los esquizos de Madrid, aquel grupo de artistas españoles que, a partir de 1970 y a lo largo de todo el tardofranquismo, se distanciaron de la transvanguardia italiana, el neofauvismo francés y el informalismo, que se venía enseñoreando de la escena artística desde la segunda posguerra mundial. Ciertamente hay algunas concomitancias entre Estirado y los esquizos. Pero poco más.

Dos editores

En cualquier caso, el aficionado al arte puede sacar ahora sus propias conclusiones con estas Notas e imágenes de un poeta confuso, editadas por Manuel Sordo Osuna -uno de los principales galeristas de Badajoz- y Manuel Sordo Vicente -crítico y creador de narrativas entre el arte y el activismo-. Se trata de un libro singular pues no es ni un catálogo al uso, ni una biografía. Ni por supuesto un dossier, algo inconcebible en un artista tan bohemio. Quizás, lo más pertinente sea definir estas notas como tributo a un amigo que sintetizó un tiempo, un lugar e incluso una opción vital.

Badajoz y Sevilla

A decir de Ricardo Pachón -productor musical de La leyenda del tiempo, el hoy clásico álbum de Camarón– Toto Estirado fue el más hippie de los hippies que se vieron en la Sevilla de los años 60 y 70, la de la Glorieta de los Lotos y Smash. Pero el futuro artista ya venía haciendo historia desde tiempo atrás. Nacido en Usagre (Badajoz) en 1939, José Antonio (Toto) Estirado Cruz fue y no fue profeta en su tierra. Así, estas Notas nos recuerdan que su reivindicación como un artista local arrancó con él ya muerto. Fue, básicamente, a raíz de la adquisición en 2011 de algunos de sus dibujos por parte del Museo Nacional Reina Sofía. Mientras aún vivía, fueron pocos los halagos y las efusiones que se le dispensaron en cierta ocasión que regresó a Usagre para plasmar en sus trabajos algunos paisajes y otras vistas del lugar. Aquel torpe aliño indumentario, común a los hippies, hizo desconfiar a sus paisanos. Si bien no es menos cierto que ya hacía muchos años que Toto había abandonado Usagre.

Mala salud

Y ya entonces, cuando dejó el solar natal, se le había manifestado esa mala salud, que, cada vez más deteriorada por sus adicciones, habría de acompañarle hasta la tumba. Su última exposición -por cierto, la única en que lo vendió todo-, la celebró en el hospital de Badajoz donde esperaba a La Parca.

Aunque su mala salud, tan de poeta romántico, le hizo padecer con cierta frecuencia desde la más tierna edad, la biografía de Toto Estirado, concebida como un poema exaltado, arranca a finales de los años 50, con el artista en Valencia. Enviado allí por su padre para que estudie Derecho, el joven Estirado decide que lo suyo es la lidia. De modo que se gasta el dinero que su progenitor le ha confiado para la matrícula y demás gastos para el curso en alquilar una plaza de toros portátil con la que demostrar su valía.

Polifonía para un creador polifacético

A Sevilla llega en 1961. Todavía habrán de pasar algunos años antes de que se produzca la eclosión contracultural, sin duda la edad de oro de su existencia. Mientras llegan los hippies, Toto ya se hace notar en las tertulias y en los cenáculos artísticos y culturales de la capital hispalense. Quienes le recuerdan de aquellos días y aquellas noches, también tienen su voz en estas notas. Definidas con sumo acierto como una polifonía -la segunda que llega al catálogo de Serie Gong ya que Azul, de Augusto F Prieto, puede entenderse como una polifonía marroquí- en las páginas de este texto se reúnen apuntes del dietario que Estirado llevó entre 1992 y 1993, entremezclados con noticias publicadas en la prensa sobre su vida y su obra –esquizo o no, ni puede ni debe separarse una de otra- y testimonios de los muchos amigos que dejó, tanto en Sevilla como en Badajoz.

Coherencia de marca

En fin, no faltan ni apuntes sobre sus lecturas -Simenon, Juan Pedro Aparicio, Charles Baudelaire, Jesús Ordovás, Cela, James Baldwin-, ni las anotaciones que él mismo tomaba en las páginas de cortesía de los libros que leía. Era tan letraherido como biblioencandilado. Sus talentos fueron varios, incluso sus viajes en bicicleta a veces desde Sevilla a Chipiona, a casa de Lole y Manuel, otras en moto a Marruecos, tenían trazas de performance.

Eso sí, la pintura, por encima del resto de sus formas de expresión siempre fue su manera de exorcizar los desastres que jalonaron su existencia. Ya entrevistado por Gonzalo García-Pelayo en su filme Vivir en Sevilla (1978), recuperar ahora este tributo a Toto nos demuestra la coherencia como marca de Serie Gong. Sus intereses siempre son los mismos ya vengan expresados mediante discos, películas o estos libros de ahora: dar a conocer cierta cultura que, de no existir esta propuesta, se vería condenada al ostracismo.