HOY BADAJOZ.
A Toto Estirado le llega la gloria.

El galerista Manuel Sordo y su hijo recogen en un libro el legado del pintor, torero y ciclista fallecido en 1994, que incluye el diario que escribió en sus últimos cuatro años de vida.

256 páginas tiene el libro que, sin ser estrictamente una biografía, recoge las notas diarias del artista, la reproducción de cien pinturas y artículos de quienes le conocieron.

Durante los últimos cuatro años de su vida, Toto Estirado escribió notas diarias en la primera y última página de los libros de su biblioteca particular, una nutrida colección para quien siempre fue un lector empedernido. Esos libros fue llevándoselos poco a poco a Manuel Sordo, el galerista de ‘Acuarela’, la sala donde Toto tuvo siempre sitio, en vida y después de muerto. Ese diario lo ha puesto en manos de su hijo, el diseñador gráfico Manuel Sordo Vicente quien, durante un año, ha reconstruido la vida del pintor, torero, actor y ciclista de Usagre y le ha dado forma en el libro “Toto Estirado. Notas e imágenes de un poeta confuso”, que presentó el martes en Badajoz, publicado por las editoriales Gong y El Paseo.

El libro sirve para reivindicar el legado de José Antonio Estirado Cruz, un artista al que la gloria le está llegando en Badajoz ahora, casi treinta años después de morir y donde su recuerdo colectivo se ha mantenido en este tiempo en la plaza de Los Colorines que lleva su nombre. También en su pueblo, donde hay gente que ni siquiera había oído hablar de él y este año celebrarán la primera edición de un certamen de pintura al aire libre al que le han puesto su nombre. “Lo más llamativo de todo es que a Toto aquí se le consideró durante mucho tiempo, sobre todo en sus últimos años, un personaje estigmatizado, prácticamente un vagabundo, mientras que en Sevilla lo tienen como un gurú cultural del movimiento Underground de los años 60, la antesala de la movida madrileña», cuenta Sordo hijo, que es quien ha coordinado, diseñado y escrito el grueso del libro.

No es una biografía estricta, pese a que durante el año previo a su publicación, Sordo se ha movido entre Usagre, Badajoz y Sevilla para reconstruir la vida de un Toto que fue muchos Totos en sus 55 años de vida. “La memoria de Toto es coral, estaba completamente desmenuzada y se transmitía de forma oral en las calles de Badajoz y Sevilla”, destaca su autor. A esta parte, se suman las colaboraciones de quienes le conocieron y las notas diarias que él escribió en sus últimos años de vida en sus libros que unas veces regalaba, otras vendía y otras cambiaba por materiales a Manuel Sordo padre.

La faceta más conocida del artista y en la que más abunda el libro es la del pintor de trazos y colores primarios, aunque nadie sabe muy bien de dónde le viene porque los planes que su padre tenía para él estaban en el ruedo.

El talento se le despertó siendo un niño, lo exploró en la Escuela de Artes y Oficios “Adelardo Covarsi” y eclosionó en Sevilla, donde al mezclarse con el ambiente cultural de la época, recibió, cree Sordo, “el empujón definitivo para dedicarse al arte”.

El libro, sin ser un catálogo, reproduce un centenar de obras, desde sus primeras pinturas de los 50 hasta la última que hizo tres días antes de morir. Eso incluye su producción abstracta, la más interesante y también la más desconocida, y sus reclamados y repetidos bodegones de flores con limones, peceras con peces rojos, paisajes de encinas o rincones como la Plaza Alta. Algunos de sus cuadros están en el Reina Sofía y otros pueden verse estos días en la exposición que la Fundación CB ha organizado en su sede de la calle Virgen de la Soledad para acompañar la presentación del libro, con los fondos de su propia pinacoteca, algunos cuadros de Manolo Cáceres y objetos personales del pintor como un caballete o una paleta.

Toro Estirado pintaba compulsivamente para vivir o, lo que es lo mismo, pagar el alquiler de su casa detrás de Las Descalzas y sus vicios. Para ello, en su última etapa malvendió por las calles y bares del Casco Antiguo tantas pinturas que no es descabellado pensar que en miles de casas de Badajoz haya una obra suya, sino colgada en la pared, puede que en una caja en un trastero o en una carpeta al fondo de un cajón. De esta necesidad nace una de las leyendas sobre el artista, la de que cambiaba cuadros por bocadillos de calamares. “Era un chiste que él hacía, pero lo que le interesaba era el papel de plata -como reconocido fumador de heroína- más que el bocadillo en sí. Toto era un sibarita que comía día sí y día también en el restaurante El Sótano”.

“No es Van Gogh”
Esta no es la única leyenda sobre el artista, también corre otra más reciente que dice que sus cuadros se venden ahora por 5.000 y 6.000 euros, algo que Sordo niega: «Tofo no es Van Gogh, debe ser la persona que más cuadros de él ha vendido y jamás han alcanzado ese precio«.

En el libro también se recuerda su faceta como torero: “El terremoto de Usagre” fue el nombre que se puso cuando comenzó a torear en los 50 y que rescató en los 80 cuando volvió a los ruedos. Entonces, en más de una ocasión, tuvo que salir escoltado por la Guardia Civil las tardes que le daba por matar al toro a dos minutos de pisar el albero.

Fue además ciclista, actor en ‘»Vivir en Sevilla», poeta y sobre todo, el último bohemio a quien este libro pretende reivindicar como referente cultural de un Badajoz que aún no le ha hecho hueco en sus museos.

Fuente: https://www.hoy.es/badajoz/toto-estirado-llega-20220424203304-nt.html?ref=https%3A%2F%2Fwww.google.com%2F